Después de perder su puerto naval de larga data en Siria, Rusia se ha visto obligada a buscar una nueva base marítima para sostener su flota. Sin embargo, sin encontrar una ubicación adecuada en el Mediterráneo, Rusia ha reorientado sus esfuerzos hacia el Mar Rojo en un intento por establecer su presencia estratégica en la región.

El objetivo de Rusia es encontrar un puerto naval adecuado después de perder sus instalaciones en Siria, asegurando así un nuevo hogar para su flota del Mediterráneo. Al hacerlo, busca mantener una presencia militar en la región más amplia de Oriente Medio y África.

La razón por la que lograr este objetivo es importante para Rusia es que la pérdida de su base naval en Siria ha dejado a la flota con opciones limitadas para mantener una presencia en la región.

Al asegurar un nuevo puerto confiable, Moscú puede mantener operaciones militares a lo largo de los corredores marítimos esenciales, lo que le permitiría mantener su imagen como una potencia global. Este movimiento compensaría el retroceso sufrido en Siria, mientras espera expandir su influencia geopolítica.

Además, dado que Turquía ha prohibido los barcos de la Flota del Mar Negro de Rusia, tener una base alternativa es aún más crítico para que Rusia proyecte poder más allá de su vecindad inmediata.

Para lograr este objetivo, Rusia identificó a Sudán como un posible sitio para una base naval, iniciando conversaciones en 2019 bajo el presidente Omar al-Bashir.

Se firmó un acuerdo preliminar en noviembre de 2020 después de un golpe militar, pero el nuevo gobierno exigió revisiones, lo que retrasó su ratificación. La guerra civil que estalló en abril de 2023 entre el ejército sudanés y las fuerzas paramilitares de apoyo rápido complicó aún más las cosas. Mientras el Kremlin respaldaba al ejército sudanés, el grupo Wagner vinculado a Rusia apoyaba a las fuerzas de apoyo rápido, lo que obligó a Moscú a equilibrar su posición diplomática.



Para navegar estos desafíos, Rusia se comprometió con múltiples facciones, ofreciendo ayuda militar e incentivos económicos para asegurar un acuerdo estable.

Como resultado de estos esfuerzos, Rusia se ha posicionado para tener presencia naval en Sudán, pero sigue sin un acuerdo totalmente ratificado. La continua lucha política y las múltiples revisiones al acuerdo han impedido que Moscú obtenga el puerto estable en el Mar Rojo que originalmente buscaba.
Rusia ha finalizado un acuerdo de 25 años para una base naval en Puerto Sudán, permitiéndole estacionar hasta cuatro barcos, incluidos los de propulsión nuclear.

Esto expande su alcance al Mar Rojo, pero enfrenta importantes obstáculos. La guerra civil en Sudán amenaza la estabilidad política, y los lazos de Rusia con facciones rivales complican su posición. Egipto y otros vecinos se oponen a su presencia, temiendo la militarización. Además, la infraestructura deficiente de Puerto Sudán, la limitada electricidad y los desafíos logísticos dificultan las operaciones. Sin un corredor de suministros claro, mantener la base sigue siendo incierto a pesar del acuerdo.
Si Rusia pone en funcionamiento la base de Puerto Sudán, podría recuperar algo de influencia perdida en Siria, expandiendo su presencia en África y controlando parte del corredor comercial del Mar Rojo. Esto desafiaría los intereses occidentales e impactaría el comercio global, especialmente los mercados energéticos dependientes de rutas de navegación vitales. Sin embargo, la base no compensa la falta de acceso directo al Mediterráneo, limitando su capacidad para contrarrestar el poder naval de la OTAN.

La inestabilidad de Sudán amenaza aún más la viabilidad del acuerdo, ya que acuerdos anteriores han fracasado, y la guerra civil en curso genera dudas sobre la presencia a largo plazo de Rusia.

En general, si Rusia pone en funcionamiento la base de Puerto Sudán, podría recuperar la influencia perdida en Siria al expandir su presencia en África y controlar las principales rutas comerciales del Mar Rojo, desafiando los intereses occidentales y los mercados energéticos globales. Sin embargo, sin acceso al Mediterráneo, su capacidad para contrarrestar el poder naval de la OTAN sigue siendo limitada. Además, la guerra civil en curso en Sudán y el historial de acuerdos fallidos ponen en peligro la viabilidad a largo plazo de la base, lo que genera dudas sobre la presencia sostenida de Rusia.

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