¡El ataque al Liberty Star impulsa un cambio total a la ofensiva de Estados Unidos!

Apr 23, 2025
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Recientemente, tras meses de presión militar, los Estados Unidos han lanzado una segunda oleada de ataques aéreos contra posiciones hutíes, esta vez apuntando a centros de mando centrales en Saná. Lo que desencadenó esta última ofensiva no fue simplemente otro ataque hutí, sino algo que Washington considera una amenaza mucho más grave que las provocaciones anteriores.

El objetivo de la operación estadounidense más reciente es eliminar la capacidad de lanzamiento de misiles y drones de los hutíes, específicamente aquellos utilizados contra activos marítimos de Estados Unidos y sus aliados en el mar Rojo. Esta operación forma parte de una campaña más amplia destinada a desmantelar la capacidad operativa de los hutíes y restaurar la disuasión estadounidense en una región donde las rutas marítimas globales han sido amenazadas directamente. La razón por la cual Estados Unidos busca alcanzar este objetivo es que los hutíes han seguido escalando su campaña contra el comercio internacional, atacando directamente buques navales estadounidenses y poniendo en riesgo las rutas comerciales globales.

Tras la primera oleada de ataques estadounidenses, que golpeó infraestructura en Saada y Taiz, los hutíes prometieron represalias.

Más tarde cumplieron su amenaza con un ataque de gran envergadura contra el Liberty Star, un petrolero comercial con bandera estadounidense, matando a cuatro tripulantes y dañando gravemente la embarcación.

Este fue el ataque más letal hasta la fecha, y un claro cambio de la disrupción simbólica al enfrentamiento letal. El ataque también demostró la creciente capacidad de los hutíes para coordinar ráfagas simultáneas de drones y misiles, superando las defensas a bordo.

El grupo se atribuyó la responsabilidad y declaró que seguirían ocurriendo ataques similares a menos que Estados Unidos retirara sus fuerzas navales de la región. Estos acontecimientos obligaron a Washington a recalibrar su enfoque, pasando de una estrategia de disuasión a una de disrupción directa de las capacidades ofensivas hutíes. El riesgo de más bajas estadounidenses y el daño sostenido a intereses comerciales dejaron a Estados Unidos sin más opción que responder con mayor fuerza.

Para lograr este objetivo, Estados Unidos lanzó ataques aéreos de precisión contra centros de mando hutíes, apuntando a compuestos de liderazgo, depósitos subterráneos de almacenamiento y sistemas de radar en Saná y Dhamar. Aviones F-15 y bombarderos B-1B, operando desde bases regionales y grupos de portaaviones en el mar Arábigo, llevaron a cabo los ataques.

Según el Pentágono, los ataques se enfocaron en activos involucrados en el mando y control de unidades de misiles de largo alcance. Paralelamente, la Marina estadounidense desplegó destructores adicionales equipados con sistemas de defensa antimisiles Aegis para interceptar proyectiles en tiempo real. También se llevaron a cabo operaciones cibernéticas para interrumpir la infraestructura de comunicaciones hutí, con informes no confirmados de interferencia de señales satelitales. La cooperación de inteligencia con fuerzas saudíes y emiratíes también fue intensificada para mejorar la alerta temprana y la coordinación de ataques. El resultado de estas acciones ha sido una disrupción significativa de las operaciones hutíes, aunque sin desmantelarlas por completo.

El Departamento de Defensa de Estados Unidos confirmó que los ataques recientes destruyeron al menos seis centros clave de mando y dos sistemas de radar, con reportes iniciales que indican la muerte de al menos doce altos mandos hutíes, incluido el general de brigada Ali Hassan al-Shami. También fueron destruidas plataformas de lanzamiento que se cree se usaron en ataques anteriores en el mar Rojo. A pesar de estas pérdidas, los hutíes no han dado señales de desescalada.

En menos de cuarenta y ocho horas, emitieron una declaración calificando los ataques de acto de guerra y prometieron continuar sus operaciones contra activos estadounidenses e israelíes dondequiera que se encuentren. Aunque la superioridad aérea estadounidense ha reducido temporalmente su capacidad ofensiva, las fuerzas hutíes han demostrado un nivel de descentralización que dificulta una interrupción total.

Estallaron protestas masivas en Saná y Saada, señalando una creciente movilización doméstica en torno a la narrativa antiestadounidense.

En resumen, la segunda oleada de ataques estadounidenses marca una nueva fase en el conflicto del mar Rojo. Lejos de disuadir a los hutíes, las acciones anteriores parecen haber endurecido su postura y acelerado sus ataques. Con Washington apuntando directamente a la infraestructura de liderazgo, el conflicto corre el riesgo de derivar en un enfrentamiento asimétrico prolongado. A menos que una de las partes cambie de rumbo, el mar Rojo podría seguir siendo una zona de conflicto activa en el futuro previsible.

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