Hoy llegan noticias importantes desde la Federación Rusa.
Ucrania ha intensificado significativamente su campaña de ataques con drones contra la infraestructura petrolera rusa, apuntando estratégicamente a refinerías, estaciones de bombeo e instalaciones de exportación. Esta ofensiva en curso actúa como una forma de sanción económica impuesta por Ucrania, complementando las restricciones occidentales sobre las exportaciones energéticas rusas.

El primer ataque golpeó la cuarta refinería de petróleo más grande de Rusia, ubicada en Kstovo, en la provincia de Nizhni Nóvgorod. Con una capacidad de procesamiento de hasta 17 millones de toneladas de combustible al año, esta refinería abastece de combustible a las fuerzas militares rusas. Poco después, drones ucranianos provocaron un gran incendio, marcando el segundo ataque contra esta instalación clave.

Posteriormente, las fuerzas ucranianas atacaron la refinería de Lukoil en Volgogrado, otro importante productor de combustible que procesa 14 millones de toneladas de petróleo anualmente. El patrón es evidente: Ucrania está paralizando sistemáticamente el sector energético de Rusia, dificultando cada vez más el sostenimiento de las operaciones militares al atacar las mayores refinerías una por una.

Otro ataque exitoso alcanzó la estación de bombeo de petróleo de Novozybkov, en Briansk. Las fuerzas ucranianas utilizaron un dron que transportaba una bomba soviética FAB-250, además de ataques con HIMARS, para incendiar la instalación. Esta estación forma parte del oleoducto Druzhba, una de las principales rutas de exportación de petróleo ruso hacia Europa. Ucrania ha atacado repetidamente esta infraestructura, reforzando su intención de interrumpir de forma permanente las exportaciones energéticas rusas.

En otro golpe significativo a la capacidad de refinación de Rusia, los ataques ucranianos han obligado al cierre total de la refinería de Novoshajtinsk, en la provincia de Rostov. Tras sufrir repetidos ataques con drones, la planta, con una capacidad de procesamiento de 7,5 millones de toneladas anuales, detuvo completamente sus operaciones debido a los daños en el equipo. Esto agrava aún más la escasez de combustible en Rusia, tanto para el uso civil como para las operaciones militares.

Uno de los ataques más audaces fue la interrupción del flujo de petróleo a través del puerto de Ust-Luga. Este centro de exportación maneja el 20 % del crudo ruso transportado por mar, por lo que su paralización temporal representa un revés económico significativo para Moscú. El ataque a una estación de bombeo en el puerto obligó a detener las operaciones, demostrando la capacidad de Ucrania para golpear profundamente en territorio ruso y afectar su comercio energético global.


Los ataques con drones de Ucrania cumplen un doble propósito: dañar la economía rusa y debilitar su esfuerzo bélico, ya que Rusia depende en gran medida de los ingresos petroleros para financiar su maquinaria de guerra. Estas operaciones están obligando a Moscú a desviar recursos para reparar la infraestructura dañada en lugar de destinarlos a la producción militar. La destrucción de refinerías y estaciones de bombeo también dificulta el suministro de combustible a los tanques, vehículos blindados y aeronaves, afectando directamente las operaciones en el campo de batalla.

El creciente éxito de Ucrania en la destrucción de objetivos estratégicos en Rusia se debe, en gran medida, a la continua degradación de las defensas aéreas rusas. Un ejemplo reciente fue el ataque con drones que destruyó un sistema antiaéreo TOR, evidenciando la capacidad de Ucrania para neutralizar activos defensivos clave mediante distintos métodos. La debilitación progresiva de la defensa aérea rusa ha facilitado la penetración de drones ucranianos en el espacio aéreo enemigo para atacar objetivos de alto valor.


Además de las infraestructuras energéticas, Ucrania continúa realizando ataques de precisión a largo alcance contra instalaciones militares rusas. Un nuevo ataque con drones contra un arsenal de artillería en Tver provocó una gran explosión, dañando no solo el depósito de municiones, sino también una estación de bombeo de petróleo en la zona.
Otro ataque fue dirigido contra la base aérea de Olenya, en Múrmansk, que alberga bombarderos estratégicos rusos utilizados en ataques con misiles contra Ucrania. Aunque los resultados completos aún no están claros, esta operación refuerza el mensaje de que ningún activo militar ruso está a salvo.

En general, aunque cada ataque individual no pueda paralizar la economía rusa por sí solo, el volumen y el valor de los objetivos golpeados están teniendo un impacto tangible. Con más de 25 ataques exitosos contra activos estratégicos rusos en la retaguardia profunda solo en enero, Ucrania ha demostrado su capacidad para infligir un daño económico sostenido a Rusia, reduciendo sus exportaciones de petróleo y perturbando el suministro de combustible en el frente de batalla. El cierre de la refinería de Novoshajtinsk y la interrupción del flujo de petróleo en Ust-Luga son claros indicadores de que la campaña de ataques con drones está funcionando. Al seguir apuntando persistentemente a la infraestructura crítica rusa, Ucrania no solo debilita la capacidad del enemigo para sostener la guerra, sino que también envía un mensaje claro: puede atacar en cualquier momento y en cualquier lugar.


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