Moscú amplía su control sobre el Sahel: ¿Qué sigue?

Apr 17, 2025
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La reciente decisión de Moscú de profundizar los lazos militares con Malí, Burkina Faso y Níger marca un giro decisivo en el panorama de seguridad de África Occidental. Lo que comenzó como una cooperación informal se ha convertido ahora en una alianza estratégica con el objetivo de desplazar la influencia occidental e imponer el control ruso en toda la región del Sahel.

El objetivo de Rusia es afianzar su presencia militar en el Sahel convirtiéndose en el principal proveedor de seguridad para Malí, Burkina Faso y Níger. A través del despliegue de fuerzas, la transferencia de armas y la formación de tropas, Rusia busca dominar la arquitectura de seguridad regional y establecer posiciones operativas permanentes.

La razón detrás de este objetivo es lograr un monopolio sobre la influencia militar externa en el Sahel, bloqueando el posible regreso de Occidente y creando una plataforma para operaciones más amplias en todo el continente africano.

El colapso de las misiones francesas y estadounidenses creó un vacío. Frente a insurgencias y sanciones impuestas por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), la Alianza de Estados del Sahel —formada por Malí, Burkina Faso y Níger— recurrió a Rusia en busca de respaldo militar y político, sin condiciones democráticas previas. La hostilidad compartida hacia la OTAN y Ucrania reforzó aún más esta alineación.

Para avanzar en este objetivo, Rusia amplió los despliegues del Cuerpo Africano, reemplazando a las fuerzas de Wagner y abriendo corredores de suministro a través de Guinea. Los convoyes de armas se desplazaron abiertamente hacia Malí, mientras que vuelos militares rusos aterrizaron en Agadez y Arlit. Oficiales rusos comenzaron a coordinarse directamente con generales sahelianos, y el entrenamiento conjunto alineó a las fuerzas locales con la doctrina militar rusa.

El resultado ha sido un giro militar en el Sahel, con fuerzas respaldadas por Rusia reemplazando a los antiguos socios occidentales. Bases como la de Agadez se han transformado en centros logísticos para operaciones rusas. Aunque no existe un tratado formal, la Alianza opera ahora bajo la protección de Moscú, marginando a la CEDEAO y aislando a los vecinos alineados con Occidente.

Recientemente, esta cooperación informal ha evolucionado hacia una alineación estratégica formal. La cumbre de Moscú reemplazó el marco de seguridad centrado en la CEDEAO, estableciendo una coordinación militar directa, y transformando al personal ruso de asesores a roles de mando integrados en operaciones de defensa conjunta.

Este cambio ha permitido a Rusia asegurar derechos de basificación ininterrumpidos en el Sahel, otorgando libertad de movimiento a sus fuerzas sin restricciones de otros países. También le ha dado acceso a redes de inteligencia que se extienden por el Sahara, mejorando significativamente la conciencia situacional y la coordinación en operaciones de contrainsurgencia.

Además, Rusia ha logrado una profunda integración en las estructuras de mando militar regionales, insertando personal en roles de planificación estratégica junto a los generales locales. Sin embargo, estos logros vienen acompañados de crecientes costos, ya que con el acceso bloqueado al mar Negro y a Siria, Rusia depende ahora de rutas logísticas extendidas a través de Libia y Guinea, lo que ejerce una fuerte presión sobre su capacidad logística y facilita la interdicción de suministros por parte de sus adversarios. También, el personal ruso se encuentra ahora disperso en un teatro de operaciones amplio y fragmentado, lo que complica las rotaciones de tropas y la flexibilidad operativa.

Para aprovechar la oportunidad, Rusia ha lanzado una segunda oleada de despliegues. Unidades del Cuerpo Africano están reforzando bases aéreas en Níger y Malí, mientras que instalaciones de drones estadounidenses previamente desmanteladas están siendo reconvertidas en centros logísticos rusos permanentes. Los puestos de mando están siendo ampliados y transformados en centros de operaciones avanzadas fortificados, capaces de albergar ciclos operativos completos. Cerca de 200 combatientes sirios han sido desplegados en Arlit para apoyar a las fuerzas rusas.

Al mismo tiempo, Moscú trabaja para formalizar acuerdos legales de basificación que garanticen inmunidad para sus operaciones. En el ámbito diplomático, funcionarios rusos respaldan la ofensiva política de la Alianza contra la CEDEAO, proporcionando cobertura para la expulsión de organizaciones no gubernamentales y asesores vinculados a Occidente. Estos pasos indican que Moscú no solo está reaccionando, sino que está construyendo estabilidad.

En resumen, la consolidación del control militar ruso en el Sahel representa una de sus mayores proyecciones de poder fuera de Eurasia en décadas.

Al integrarse en las estructuras de mando de las fuerzas regionales y asegurar el control físico de bases y rutas logísticas, Moscú se ha posicionado como el actor externo dominante en África Occidental. Aunque la viabilidad a largo plazo de esta estrategia depende de la capacidad de Rusia para sostener operaciones a través de cadenas logísticas frágiles y gestionar la volatilidad interna de sus socios, la trayectoria actual sugiere que el Sahel seguirá siendo un pilar clave en la estrategia rusa para el continente africano.

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