Rusia pierde su única base naval en Medio Oriente.
La presencia militar de larga data de Rusia en Siria, centrada en la base naval de Tartus, ha sido fundamental para su estrategia de proyección de poder en el Mediterráneo y Oriente Medio. Sin embargo, los recientes cambios geopolíticos – incluido el colapso del régimen de Assad y el creciente enfoque de Moscú en Ucrania – han debilitado el control ruso sobre Siria, reduciendo su influencia en este enclave estratégico.
La negativa del nuevo gobierno sirio a permitir el acceso continuo a Tartus supone un gran revés para Moscú, afectando su capacidad para mantener operaciones navales y desafiar a la OTAN en la región. Este cambio no solo limita el alcance de Rusia en el Mediterráneo, sino que también permite a potencias regionales como Turquía e Irán expandir su influencia, aislando aún más a Moscú. Con fuerzas respaldadas por Occidente llenando el vacío, la retirada de Rusia de Siria señala un declive más amplio en su capacidad de proyección de poder global y un cambio significativo en la dinámica de Oriente Medio.
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